Hace 2 semanas, la Diputación de Pontevedra, la mía, vamos, me invitó a un recorrido por la parte, para mi, más desconocida de mi propia tierra: a comarca do Deza
De esta jornada, en la agradabilísima compañia de los periodista Luís Fraga y Manuel Gago, además de descubrir, para mi sorpresa y casi vergüenza, lugares y tradiciones desconocidos de mi propia casa, me di cuenta de lo poco que a veces desde la costa, se valora el interior.
No podemos culpar al mar de que con sus mareas y resacas ejerza una inmensa atracción sobre nosotros, en el sentido más literal y literario del término, pero si podemos culparnos a nosotros mismos por buscar muchas veces en lugares mucho más recónditos lo que tenemos delante de nuestras narices, o com en este caso, dentro de nuestra propia provincia.
Los gallegos, que además del pescado y del marisco, tenemos el cocido presente en nuestro ADN, deberíamos ser los primeros en dejar de vez en cuando nuestra costa y buscar más en el interior, dicho sea, de nuevo, en el sentido más literal y literario del término.
Lo que os puedo contar de la jornada es un itinerario precioso y sorprendente para repetir cualquier día de vacaciones, o incluso un fin de semana completo.
Empezó en el Mosteiro de Camanzo, pequeña joya románica del S XII que merece la pena visitar y cuyo altar escondía unos frescos del S. XVI que aparecieron hace pocos años al restaurar el altar que los cubría.
La ruta continúo con parada obligatoria, o casi, en una bodega de la zona. La elegida en este caso fue la bodega Castrobrey, curiosamente, dentro de la D.O Rías Baixas, a pesar de estar situada en Vila De Cruces. La bodega no es bonita en su aspecto exterior, pero si lo es por dentro, y, sobre todo en lo que a las personas que ahora la dirigen se refiere.. Un proyecto heredado y modernizado por un arquitecto viajero, que ha entendido la tradición uniéndola al buen gusto y al diseño. Una historia de esas llenas de suma de casualidades, de ilusión y de vida, que es un placer escuchar. Y si al tiempo se catan sus vinos, ya, ¡ni os cuento!
Como no se puede beber sin comer, la parada la hicimos en el Restaurante O Pote de Viladecruces, donde las carnes maduras a la brasa y el arroz de galo de curral, merecen mención y visita aparte.
Por la tarde, nos desplazamos hasta la parroquia de Salgueiros donde «O atranque dos xenerais», ponía fin al carnaval de la comarca dezana. Una costumbre muy curiosa y absolutamente desconocida para mi, donde ocho xeneráis, vestidos y tocados con vistosos galones y sombreros de plumas, desde sus monturas, básicamente, arreglan el mundo. En esta ocasión el asunto a tratar, no podía ser otro que el de siempre: el catalán.
Caía la tarde y aún tuvimos luz y tiempo para pasear por la maravillosa Fraga de Catasós. Situada a las afueras de Lalín, aspirando ese olor a musgo y a carballo mojado es imposible no evocar ese «bosque encantado» en el que de la mano y pluma de Wenceslao Fdez Flórez cualquiera soñó y temió perderse un día.
Para rematar la instructiva y didáctica jornada, visita al Pazo de Liñares, donde se encuentra ubicado el curioso museo de la marioneta, y lo que a mi, personalmente, me resultó mucho más curioso y entretenido, las salas dedicadas al famoso aviador lalinense, Joaquín Loriga, que nació precisamente allí.
Desde luego, y para rematar de verdad este recorrido, os diré que vino a mi mente aquel anuncio de «.Hay que viajar más», pero siendo conscientes de que para viajar de verdad, muchas veces, no es necesario ir muy lejos…
Animaos a seguir esta ruta, completa o por partes, y ya me contaréis…
3 comentarios
geniales recetas y geniales historietas
Muchas gracias por decírmelo, Francesca!! Pasa hasta la cocina, estás en tu casa…
Gracias Francesca! No había leído tu comentario! Pasa hasta la cocina, estás en tu casa…