No soy yo mucho de celebrar esos “días D” de “loquesea” y menos aún en el día en que se supone que esos “loquesea” se tienen que celebrar. No sé si esta irrelevante insurrección mía es causa, y la causa, mi espíritu contradictorio, o si simplemente, es la magnánima forma de llevarme la poca contraria que contra mí misma ejerzo.
Me llevan los demonios cuando se acerca Halloween y dos semanas antes todo el mundo se llena de calabazas, recetas de calabazas, cosas inverosímiles hechas con calabazas y de vidas tan poco interesantes como esas mismas calabazas.
Me ocurre otro tanto con los roscones de pascua al aproximarse su fecha correspondiente. Cada primavera pienso que uniendo todas las fotos de roscones que en esos días veo, esa cadena fotográfica podría dar la vuelta al mundo, o por lo menos llegar hasta Cádíz, que es a dónde últimamente sueño con ir y a donde quiero llegar.
No sé si muere un gatito cada vez que se acerca un “día D” y yo me cisco en todo lo que se menea cuando el día de la croqueta, el del huevo o el del abuelito, se acercan. Ahora que lo pienso, tampoco soy muy fan de los gatitos. Igual es desconocimiento.
Así que hoy, en el día de la madre y haciendo caso omiso de mi liviano espíritu de contradicción, me encuentro celebrándolo, escribiéndolo y escribiéndole a mi madre. Así, en gerundio y en esdrújulas como también me gusta escribir a mí la vida.
Mi queridísima Madre:
Hoy es el primer día de la madre en muchos años en que ni cocinaré para ti, ni comeré contigo. Aunque aún estés, para casi todo, ya te has ido.
Hoy es el día en que sé que sentiré más lejos que nunca a mi hija ausente, separada de su madre por pandemias interminables, trabajos y fronteras. Tú, como madre de madre, también sentirías doblemente esa ausencia.
Hoy es el día en que intentaré ejercer de madre placebo de tus dos nietos y de tu hijo pequeño. Y no sé si me atreveré a decirlo en voz alta, pero hoy todos brindaremos por la gran madre injustamente ausente. Hoy, y siempre, será el día de tu nuera, Bego.
Hoy te cuento, porque tú ya no puedes saberlo, que a pesar de mis muchos años, me hice de verdad mayor hace poco tiempo. Fue el día que entré en tu casa y por primera vez llamaste «madre» a tu hija. En un momento y después de muchos retrasos vitales, me diste lo que merecía. Era tu deber de madre conseguirlo. Y me hiciste por fin mayor, simplemente, convirtiéndome en madre de la mía.
Hoy te agradezco por escrito y de golpe todo el ejemplo que me has dado en la vida. De tu vida que, por cierto, daría para unas cuantas historietas de estas que me marco yo por aquí de vez en cuando algunos días. Igual voy y me animo, aunque no sé si a ti te gustaría. A la abuela Romana, seguro que sí.
Te separaste cuando no había ni divorcio en España y nosotros, tus hijos, éramos muy pequeños. No sé si en aquella época fuiste muy valiente o muy inconsciente, o si, como imagino, hubo bastante de ambos ingredientes.
Y aunque yo hoy te escriba desde ese mismo estado civil, no puedo ni imaginar lo que debía ser una separación, a nivel social, en tu nivel social y en esa época, la tuya. Época en las que las mujeres en tu estado tenían básicamente dos antagónicas opciones: vestir santos o desvestir demonios.
Te agradeceré eternamente que con tan sólo treinta y un años, te decantases por la aburrida e ingrata primera posibilidad y que encontrásemos siempre una madre sonriente y feliz al volver a casa. No fui consciente de tu mérito, de tu renuncia y de tu generosidad, hasta muchos años después, cuando empecé a compararme con otros hijos de mi misma edad y de mi misma situación civil y social. Muchos ya no están. Se perdieron por caminos que llevaban a casas vacías donde lo único que había era dinero. Así pudo ser mi casa y así podría haber sido mi vida. Que tu sacrificio mereció la pena, es algo que te dio tiempo a saborear y a disfrutar, lo que no tengo tan claro, Madre, es que llegases a saber lo muchísimo que lo valoro y lo infinitamente que te lo agradezco.
Si algo tuviese que recriminarte, sería que, quizá de forma excesiva, nos criaste entre oropeles y con muchas bechameles. Después, resultó que la vida que a nosotros nos tocaba vivir, no vendría tan resuelta como la tuya. Con los oropeles, Madre, igual se te fue un poco la mano, pero con las bechameles… La abuela y tú estaríais orgullosísimas de reconocer vuestras croquetas en las mías.
Quiero recordarte, Madre, como la madre que hace ya muchos años me escribía aquellas cartas, tan simples como estimulantes, a aquel colegio mayor de Madrid, de cuyo nombre casi ni puedo ya acordarme.
Y ahora que no reconocemos la letra de los que nos aman, ni la letra de los que amamos. Ahora que amamos sin siquiera conocer la letra que escribe nuestro amor, yo, Madre, reconocería la tuya entre un millón de ellas. Esa caligrafía picuda conseguida entre lágrimas y desamparo en aquel internado postguérrico tan duro como, asumo que privilegiado, de las Irlandesas de Madrid y del que tú siempre contabas lo que, en tu cama, sola y con sólo siete años habías llorado. Esa letra perfecta, tan duramente conseguida, me parece tan única como tú, Madre.
No te lo hemos contado porque ya no procede, pero estarías orgullosísima de tus dos hijos y especialmente de uno de tus tres nietos, si supieses lo bien que estamos llevando la última broma que nos ha gastado la vida.
Hace dos meses, tras un diagnóstico urgente y tan repentino como difícil de digerir, un día de madrugada salimos tu hijo y yo hacia tierras leonesas. La Asociación de Enfermedades de la Sangre de León, a la que tantísimo tenemos que agradecer, nos brindó, entre muchas otras cosas, un piso frente al Hospital de esa ciudad. Allí, esa misma noche lluviosa, triste y fría como pocas en mi vida, en medio de una pandemia que se volvió más interna que externa, nos encontrarnos asustados, despistados y perdidos, rodeados de bolsas de la compra y de maletas.
Sé que te vas a reír con lo que me dijo mi hermano, Madre. Y te va a sonar muy de nuestra casa. Me dijo: “¡mira cómo es la vida, hermana!, quién nos iba a decir a ti y a mí ayer, que hoy íbamos a acabar los dos solos, juntos y en un piso de acogida”.
Nos miramos, Madre, y no puedes imaginarte, de repente, cuanto, cuanto, nos reímos. Hasta abrimos un vino. Y, claro, nos lo bebimos.
Y si es verdad que la infancia es la patria del hombre, ¡qué buenos patriotas has hecho!, Madre. Y en todos los sentidos; me consta que en el más literal, también te importa.
Tu sonrisa perpetua y tu eterna alegría fue la luz que iluminó e iluminará ya para siempre nuestras vidas. Y, como buena Madre, a partes iguales, nos la has dejado en tu testamento.
Madre: eres y serás, siempre, la palabra más bonita del mundo.
P.S. 1
A todos los que seáis capaces de darlo todo sin esperar nada a cambio, ¡Feliz día! Eso es porque, si no ha sido en esta, ya os tocó ser madres en otra vida.
P.S.2
Ayer debió ponerme tiernita este “día D” que por lontananza se adivinaba y tuve que procurarme consuelo. Me cené una pizza. Hoy por la mañana, seca y fría, me desayuné el resto.
32 comentarios
Me gusta mucho. Bueno, mucho no, muchísimo.
Debió de costarte mucho escribirlo pero creo que te ayuda ese espíritu tuyo que hace que siempre tengas una sonrisa amplia y unos ojos achicados por la misma y llena tu cara de optimismo.
Tengo los ojos un poquito húmedos en estos momentos porque me has hecho recordar a mi madre, a la que siempre echo de menos.
Gracias, Carmen. Como siempre, un placer leerte.
Placer el mío de tener seguidores como tú. Si que se me cayó alguna lágrima, pero se la comió mi sonrisa… Gracias por comentar y por hacerlo aquí.
Que belleza tu madre fue, y seguramente lo siga siendo, yo lo que más orgullosa estoy en esta vida es del hijo que tengo, y espero que él mismo esté por lo menos la mitad de orgulloso de su madre. Feliz día de la madre
Espero que hayas tenido un día estupendo tú también. Gracias por los piropos y por comentar aquí. Seguro que tu hijo es digno hijo de su madre.
Precioso lo que escribes. No tengo más que decirte. Aunque tú madre “ya no esté” todavía puedes acariciarla. Hazlo. Lo que daría yo, por poder besar y acariciar a la mía. Un beso
Lo hago, y lo haré…es lo poco que nos queda a las dos…Gracias por comentar y gracias por hacerlo aquí.
Una maravilla Carmen…sigue escribiendo…me encanta todo lo que cuentas????????????
Muchísimas gracias María Magdalena. Gracias por tus piropos y por escribir aquí.
Me ha encantado tu historieta dedicada a tú madre, guapísima! Aunque eres madre de hija única, ahora también lo eres de tus dos sobrinos, un poco de tu hermano y con un especial cariño de tu propia madre. Este año más que nunca, Carmen,
Feliz de de la Madre!
Este año, más que nunca, y más que siempre…tú lo has dicho, Diana. Gracias por comentar aquí…
Precioso Carmen .
Comprendo perfectamente tus sentimientos .
Mucho animo que tu lo vales .
Si ánimo tengo y más que el Alcoyano. Me viene de serie y, precisamente, por vía materna. Gracias por los piropos y por comentar…
Un abrazo Carmen para ti y para tu hermano.
No sabía del fallecimiento de tu madre. Muy bonito ese homenaje.
No ha fallecido, aunque yo no querría vivir como ella. Y por lo que la conozco, imagino que ella tampoco. Gracias por comentar aquí.
Queridísima Carmen;
Probablemente esta haya sido una de las mejroes recetas que haya tenido el placer de leer hasta la fecha.
Besos de hijo
No sabes como agradezco, en esta receta, tu comentario, Pepe. Besos de madre.
Dale un gran abrazo a tu madre. A tí, espero poder dártelo algún día.
Así lo haré. Gracias Maribel. Yo también lo espero…Gracias por comentar aquí.
Tuve la oportunidad de saludarla, contigo, en la puerta del restaurante de las hermanas Sarabia, me recordó a la mía ❤️❤️❤️❤️, precioso escrito, un beso enorme.
Gracias Joaquín. Me sigue encantando leer comentarios como el tuyo hilvanados para siempre aquí. No me doy cuenta de a qué restaurante te refieres ni a cuando. Dame una pista…otro beso como el tuyo, para ti.
En esta historia muy emotiva, has hecho algo por lo que te admiro,te has abierto en canal y eso tiene más valor que las palabras. Que pena estar tan lejos…mi cariño y respeto para ti.
Hola tía Berta:
A veces tengo dudas de si me expongo demasiado, pero no tengo vergüenza, ni tampoco creo que debiera tenerla. así que escribo como siento. Pero más personas que me conocen y me quieren mucho, me han dicho lo mismo que tú…Será que tú también estás en ese grupo.
Carmen, emocionante se queda corto para describir lo que has escrito. Me encantaría tener un 10% de tu talento para valorarlo como se merece. Pero sobre todo admiro tu/vuestra entereza, humor y saber estar ante la vida que os está poniendo tan a (duras) prueba.
Gracias por compartirlo. Un abrazo lleno de ánimo y esperanza desde Madrid
Muchísimas gracias Mercedes, por comentar aquí y por decir lo que dices. A veces, en la vida, no queda más remedio que reírse por grande que sea la pena. Beso grande desde Vigo.
Como te entiendo amiguiña…. placer leerte.
Sé que, por desgracia, me entiendes perfectamente. Gracias por el piropo y por dejarlo aquí, hilvanado a donde debe quedar prendido siempre.
Que gusto da leerte,siempre sorprendes, es un placer !!!! Gracias mil .
Mil gracias, Julia. Y Gracias también y a ti por darlas y por hacerlo aquí.
gracias por compartir ,expresandolo tan bien ,tanto bueno y mucho malo que te ha tocado en el reparto de la vida.
un cabrazo fuerte.. siempre vienen bien….
Entendido y recibido ese fuerte abrazo, Beatriz. Y no creas, hay qente con mucha peor suerte. No es que consuele el mal ajeno, que no, por Dios, pero si ayuda a estar menos quejoso y tener más resignación. Un abrazo para ti también…
por supuesto,lo que envio es un ABRAZO….
[…] del lenguaje y los modos inclusivos, no sé muy bien como incluir aquí, la verdad. Y también celebré el día de la madre escribiéndole a la persona que más me ha querido y más me va a querer en el mundo. Y el último día de ese […]